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Pequeñas y torpes reflexiones sobre la lengua.
Apolónio V. Pauzoca

              

Hay ciertas palabras que es preciso no mencionar, enunciarlas es solo condescender, ceder tus palabras al servicio y a los malabares luctuosos del silencio, del silencio de la repetición. Sabemos que lo que nos hostiliza ampulosamente ,y con ventajas, nos debilita y nos arroja al convencimiento, lo internalizamos... una vez mas el silencio –silencio es ausencia de sonidos y texturas, todo sonido o textura normalizada termina por amorrar, se vuelve afonía-. Las palabras se disparan y nos unimos a ellas. Interiorizar vocablos ajenos es lo que hacemos desde que aceptamos “la cordura del lenguaje racional”,  todo lenguaje tiene un matrimonio no declarado, pero evidente, con lo político.

“Cuidado con los pensamientos: se convierten en palabras; cuidado con las palabras: se convierten en acciones; cuidado con las acciones: se convierten en hábitos; cuidado con los hábitos: se convierten en carácter; cuidado con el carácter: se convierte en destino” Decía un temeroso Frank Outlaw, pero algo cierto indicaba: La lengua teje el mundo, el mundo que conocemos. sin embargo nuestra ignorancia es generosa, pero ello tiene remedio: el lenguaje es una vorágine, se reinventa, se crea, se destruye. Para lo que desconocemos tenemos un dique de lenguas esperando ser descubiertas.

  Abre, parte, divide, corta, rompe, aparta, aparte, separa, agrieta, rasga, fragmenta, pasión, pieza, segmento, trozo, rompe, deshace, troza, zanja, devasta, desgaja, corro, tu corres, descálzate, descúbrete, declárate, háblate,  excítate, ¿se habrá pensado que las palabras caminan sobre hielo? ¿o sobre argento vivo?...

El uso del lenguaje crea verdades –verdades muchas veces sacralizadas-, verdades que se topan y se besan con el funcionamiento del poder... el uso de la lengua, es entonces, el uso de la fuerza.

vegeta una correspondencia estrecha entre los discursos de verdad y el funcionamiento del poder. Por lo tanto los análisis de éste en términos de soberanía y obediencia de los individuos sometidos a ella, deberán ser reemplazados por el estudio del problema de la dominación y de la sujeción, hacia los operadores materiales, las conexiones y utilizaciones de los sistemas locales de sujeción y los dispositivos estratégicos. Como ya decía Foucault: hay en el interior del discurso una conexión esencial con la relación de fuerza.

"(Las) relaciones de poder no pueden disociarse, ni establecerse, ni funcionar sin una producción, una acumulación, una circulación, un funcionamiento de los discursos. No hay ejercicio del poder posible sin una cierta economía de los discursos de verdad que funcione en, a partir de, y a través, este círculo (...)"[1], ¿será pertinente hablar de una acumulación originaria de discursos?, De no ser impertinente este termino diremos que lo que en Marx sería la expropiación de la pequeña propiedad a los campesinos por parte de los nuevos capitalistas burgueses, en este caso sería la expropiación de la pequeña lengua a los hablantes todos por parte de una maquina discursiva. ¿Entonces en que momento se nos ha expropiado nuestra lengua?, La respuesta se concentra –quizás- en Andrés Bello (y en discordancia con lo “mass medial”, las circunstancias, el telón y el contexto era –obviamente- otro) quien a su vez concentró su propia respuesta más atrás en el tiempo. La colonización del territorio americano, implicó la colonización de la lengua también, el monopolio de la violencia en manos de fuerzas “racionales” portadoras de una lengua –claro, diferente a las aborígenes-. ¡Que muestra tan pavorosa del potencial político del lenguaje!.  La eterna búsqueda de disciplina y alineamiento se topa con un aliado hábil, mas hábil que lo soez de las armas.

Consagra la palabra correcta, consagra la legua cierta, consagra el poder de la razón, borra y cercena lo ajeno, todo obstáculo a la verdad es libertad. Tu lengua es barbarie. Pero no os preocupéis, es corregible. La razón y la lengua centralizada –que es portadora exclusiva de la primera- tiene mecanismos disciplinarios, calmaos. La corporalidad, el deseo y la pasión son eternamente superables.

Sabemos que quien emplea la fuerza, emplea la violencia –lamento ser perogrullesco-. Entendemos como fuerza, ahora, a la apropiación y la dominación de una porción de la realidad. Por ello el sentido de un mismo objeto cambia según la fuerza que de él se apodera. Desconocemos en este instante un significado per ce de toda palabra, estas se recrean según el interés de la fuerza aplicada sobre ella o el resultado de una pugna por apropiársela.

"(...) algo existente, algo que de algún modo ha llegado a realizarse, es interpretado una y otra vez, por un poder superior a ello, en dirección a nuevos propósitos, es apropiado de un modo nuevo, es transformado y adaptado a una nueva utilidad; todo acontecer en el mundo orgánico es un subyugar, un enseñorearse, y que, a su vez, todo subyugar y enseñorearse es un reinterpretar, un reajustar, en los que, por necesidad, el «sentido» anterior y la «finalidad» anterior tienen que quedar oscurecidos y totalmente borrados"[2].

En el Chile actual hemos visto como un sector de la sociedad ha copado los discursos de los mass-media, o ha copado los discursos a través de ellos. Peculiarmente  en uniformidad  y consenso estos discursos mass-mediales profesan en un solo sentido: el resguardo de la familia, la consagración divina de la propiedad, y el temor a la total secularización de occidente. Antes veíamos como a través del lenguaje se disciplinaba a los indígenas, hoy no es difícil ver cómo a través del lenguaje se intenta consagrar a las relaciones heterosexuales y monogámicas como las únicas posibles. Así como también el engranaje familiar tradicional es único según los discursos que configuran verdades.

 Los discursos se instalan como revelaciones naturales, luego se asumen, y luego nuestras expresiones cotidianas solo se hacen parte pasiva de aquello. Así la empresa del discurso logra nuevas conquistas a favor del poder, un poder temeroso de las libertades.


[1]  Michel Foucault citado por Numa Tortolero en “Michel Foucault: Lenguaje y poder”.

[2] Nietzsche, F. Citado por M. Foucault en: "Nietzsche, la genealogía, la historia”.  

 

 

 

   

 

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